La historia de la Hermandad de la Resurrección es un relato cautivador de fe, dedicación y perseverancia que se remonta a sus humildes comienzos en los años sesenta en el Colegio de La Purísima de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en la calle San Luis de Sevilla. Fundada en 1969, la Hermandad emergió de la Asociación La Salle de Antiguos Alumnos, donde algunos de sus miembros, dinamizadores de la asociación, buscaron crear una cofradía de penitencia que, sin renunciar a las tradiciones sevillanas, pudiera dar continuidad a las actividades culturales y sociales de la asociación, que comenzaba a declinar.

Inicialmente, se consideraron varias opciones para los titulares de la hermandad, incluyendo un Crucificado y la Dolorosa de Astorga del Convento de Capuchinos cercano. Sin embargo, pronto surgió la idea de elegir como titular a la Resurrección de Jesucristo, con el objetivo de dotar a la Semana Santa sevillana de un colofón acorde con los tiempos eclesiales inaugurados en el Concilio Vaticano II. Este enfoque refleja la aspiración de presentar los dos aspectos inseparables del Misterio Pascual: la Pasión y la Resurrección de Jesús.

La Comisión Organizadora, formada por antiguos alumnos y padres de familia, se constituyó en marzo de 1969 y adquirió una imagen de Virgen Dolorosa tallada por Jesús Santos Calero. Esta imagen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Aurora, fue bendecida en enero de 1970 en la Capilla del Colegio. Los meses siguientes se dedicaron a poner en marcha diversas actividades y cultos, así como a elaborar las Reglas que permitirían la aprobación canónica de la Hermandad.

Después de varios intentos, la Hermandad finalmente obtuvo la aprobación como Hermandad de Gloria en 1972. Sin embargo, su objetivo de convertirse en una cofradía de penitencia enfrentó desafíos y oposición por parte de algunos sectores eclesiales y cofrades. No obstante, la persistencia de la Hermandad finalmente fue recompensada cuando, en 1981, el Cardenal-Arzobispo de Sevilla, D. José María Bueno y Monreal, decretó que la Hermandad también podría funcionar como Cofradía de Penitencia y Hermandad Sacramental, autorizando su Estación a la Catedral y otorgándole el uso exclusivo de la Iglesia de Santa Marina.

Este hito marcó el comienzo de una nueva fase en la historia de la Hermandad, que ahora podía llevar a cabo procesiones penitenciales y sacramentales, uniéndose así a la rica tradición cofrade de Sevilla. A lo largo de los años siguientes, la Hermandad se esforzó por consolidar su posición, enfrentando desafíos como la destrucción de la techumbre de su nueva sede en 1981 y la posterior restauración de la iglesia de Santa Marina.

La restauración de Santa Marina y el paso de palio de la Virgen de la Aurora se convirtieron en dos grandes metas para la Hermandad durante este período. Aunque estas tareas presentaron desafíos logísticos y financieros, la Hermandad perseveró y finalmente logró completarlas con éxito, demostrando su compromiso con el cuidado y la mejora de su patrimonio.

En años más recientes, la Hermandad ha continuado su labor con iniciativas como la solicitud del traslado de la Estación de Penitencia al Sábado Santo, el cambio de horario de la estación de penitencia y la realización de un nuevo palio para Nuestra Señora de la Aurora. Estos esfuerzos reflejan la continua evolución y adaptación de la Hermandad a medida que busca cumplir su misión en un mundo en constante cambio.

En resumen, la Hermandad de la Resurrección es un testimonio vivo de la tradición cofrade sevillana, así como de la perseverancia y la fe de aquellos que han dedicado su tiempo y esfuerzo a su servicio a lo largo de los años. Su historia es un recordatorio inspirador de cómo la devoción y el compromiso pueden superar incluso los desafíos más difíciles, y cómo una comunidad unida puede lograr grandes cosas en nombre de su fe.