El 15 de agosto de 1939, día litúrgico de la Asunción de la Virgen, un grupo de personas de diversa procedencia y estatus social se congregó en la Ciudad de Córdoba con un propósito común: fundar una piadosa hermandad que reflejara el fervor y la devoción hacia la advocación de la Esperanza. Esta primera iniciativa, liderada por Don Rafael Sánchez Núñez, un hombre de profunda fe y compromiso con la comunidad, no solo buscaba establecer una institución religiosa, sino también crear un espacio de encuentro y solidaridad entre los fieles.

Después de intensas reuniones y gestiones, el 8 de diciembre de 1939, día litúrgico de la Inmaculada Concepción de María, se logró un hito trascendental: la aprobación de los primeros Estatutos de la Hermandad y Cofradía. Este acontecimiento significó el nacimiento oficial de lo que sería conocido como la ‘Piadosa Hermandad y Cofradía de Penitencia del Santo Cristo de la Sentencia y María Santísima de la Esperanza’. La sede de esta nueva institución religiosa quedó establecida en la parroquia de Santa Marina de Aguas Santas, un templo de gran relevancia para la comunidad católica cordobesa.

El 28 de enero de 1940, los veintisiete miembros fundadores se congregaron una vez más para llevar a cabo un acto de especial significado: la lectura del documento del prelado diocesano que establecía canónicamente la Hermandad en el templo de Santa Marina. Fue así como se formalizó legalmente la existencia de esta comunidad de fieles comprometidos con la devoción a la Esperanza, bajo la guía espiritual del párroco de la iglesia, el Rvdo. Sr. D. Amador Moreno Cabello, quien asumió el rol de consiliario. En esa misma sesión se designaron los primeros cargos directivos, siendo D. Ricardo López Suárez-Varela el primer Hermano Mayor, una figura clave en los primeros años de vida de la Hermandad.

Los Estatutos fundacionales establecían los principios y normativas que regirían el funcionamiento de la Hermandad, incluyendo aspectos como la organización de la procesión, que tendría lugar en la Madrugada del Viernes Santo, y la descripción del hábito original, que consistía en túnicas blancas con detalles verdes, reflejando así los colores emblemáticos de la Esperanza. Estos primeros años estuvieron marcados por un profundo sentido de compromiso y devoción, así como por la consolidación de la Hermandad como una institución respetada y querida dentro de la comunidad.

A lo largo de las décadas siguientes, la Hermandad experimentó una serie de transformaciones y crecimientos, tanto en términos numéricos como espirituales. Bajo el liderazgo del Hermano Mayor D. Bernardino Garzón y Marín, la institución alcanzó importantes hitos, como el nombramiento del Colegio de Agentes Comerciales de Córdoba como Hermano Mayor Honorario, un reconocimiento que destacaba la contribución de la Hermandad al tejido social y cultural de la ciudad.

Uno de los momentos más significativos en la historia de la Hermandad tuvo lugar en 1993, con el estreno del paso de misterio completo del Señor de las Penas, una obra de arte que representaba con gran realismo la Pasión y el Sufrimiento de Cristo. Este evento marcó el inicio de una nueva etapa de esplendor y crecimiento para la Hermandad, que continuó expandiendo su labor pastoral y social en la comunidad.

En el año 2005, la Hermandad vivió otro momento histórico con la elección de Dª Olga Caballero Marín como la primera mujer en ocupar el cargo de Hermana Mayor. Su liderazgo visionario y su profundo compromiso con los valores de la Hermandad llevaron a la institución por nuevos caminos de desarrollo y expansión. Bajo su dirección, se llevaron a cabo importantes proyectos, como la restauración de las imágenes titulares y la fundación de una banda de música propia, que enriquecieron aún más el patrimonio cultural y espiritual de la Hermandad.

Hoy en día, la Hermandad de la Esperanza continúa siendo un pilar fundamental de la tradición religiosa y cultural de Córdoba, llevando consuelo y esperanza a los corazones de sus fieles durante la Semana Santa y más allá. A través de sus obras de caridad, de su labor pastoral y de su participación activa en la vida comunitaria, la Hermandad sigue siendo un ejemplo vivo del poder transformador de la fe y la solidaridad.