La Hermandad de Nuestro Redentor o de Nuestro Señor Jesucristo se remonta al principio del siglo XV, con una pequeña ermita ubicada donde hoy está el ábside de la Iglesia de San Martín. En 1421, donaron este terreno para la construcción de la cabecera del templo, a cambio del patronato de la capilla mayor y una pequeña capilla adicional. Más tarde, en el siglo XV, añadieron la promoción de la devoción de la reliquia de la Corona de Espinas a sus objetivos, pasando a llamarse Hermandad de Nuestro Redentor y Santa Espina de la Corona de Nuestro Señor Jesucristo.

En 1511, durante una eclosión de hermandades sacramentales, la Hermandad se transformó en una corporación sacramental, conocida como Hermandad del Santísimo Sacramento y Santa Espina. En 1578, la familia propietaria de la reliquia de la Santa Espina la donó a la hermandad.

Durante los siglos XVI y XVII, la Hermandad gozó de una vida espiritual y corporativa esplendorosa, realizando inversiones artísticas significativas para embellecer sus actos de culto. Sin embargo, en el siglo XVIII, enfrentaron numerosos conflictos que debilitaron su posición económica. En 1786, se construyó un retablo de Ánimas para la fachada de la iglesia, conservado hoy en día en la hornacina con el escudo de la hermandad.

En 1792, se les donó la antigua capilla de San Juan, donde se instaló la capilla del sagrario, conocida hoy como la Capilla de la Virgen del Buen Fin. A partir de 1836, la hermandad enfrentó importantes dificultades económicas y perdió sus rentas y propiedades, hasta que en 1851 se les confiscaron las últimas que quedaban, sumiéndolos en una profunda crisis.

En 1870, la hermandad fue reorganizada, pero experimentó otro período de decadencia hasta 1890, cuando experimentó un nuevo resurgimiento. Sin embargo, la pérdida del carácter parroquial de la Iglesia de San Martín en el siglo XX agravó su crisis económica. Finalmente, en 1981, se fusionaron con la Hermandad de la Sagrada Lanzada.

En 1579, se fundó una hermandad gremial de gloria llamada Nuestra Señora de Guía en el Convento del Espíritu Santo de Triana, compuesta por patrones y marineros de gabarras que transportaban mercancías por el río desde Sevilla hasta Cádiz y Sanlúcar. A finales del siglo XVI, esta hermandad trasladó su sede a la parroquia de San Nicolás, donde entre 1591 y 1595 se transformó en una cofradía de penitencia bajo el título de Nuestra Señora de Guía y Sagrada Lanzada de Nuestro Señor Jesucristo, conocida popularmente como Guía y Lanzada.

En 1602, se examinaron las primitivas reglas de la hermandad para establecer su orden en las procesiones del Corpus. Entre 1612 y 1622, realizó estaciones de penitencia ininterrumpidas desde la Iglesia de San Nicolás. Sin embargo, en la reducción de cofradías de 1623, se fusionó con otras hermandades y se unió a la hermandad de la Soledad del Convento del Carmen hasta mediados de la década de 1630, cuando volvió a ser independiente.

Hacia 1640, se fundó una corporación mariana de gloria titulada Nuestra Señora del Buen Fin en el barrio de la Feria. En 1642, la Hermandad de Guía y Lanzada decidió fusionarse con ella, adoptando el nombre de Hermandad de la Sagrada Lanzada de Nuestro Redentor y Madre de Dios del Buen Fin. En 1653, la hermandad se estableció en la iglesia del Convento de San Basilio.

En 1703, la hermandad contrató la talla de San Juan, las Marías, Longinos a caballo, los dos ladrones y un sayón para componer el paso de misterio. De estas imágenes, solo se conserva la de San Juan Evangelista. La adquisición de un paso procesional en la misma fecha provocó una suspensión de la estación de penitencia hasta 1733, debido a una profunda crisis que no se recuperó hasta 1754.

La hermandad experimentó dificultades en 1800 después de la destrucción de sus dos pasos procesionales debido al hundimiento del local donde se guardaban y a la epidemia de fiebre amarilla que afectó a la mayoría de sus hermanos.

En 1810, durante la ocupación francesa, las tropas saquearon la capilla de la hermandad en el Convento de San Basilio, destruyendo la efigie de la Virgen del Buen Fin y quemando varias tallas, aunque algunas imágenes se salvaron con daños. Después de estos eventos, el escultor Juan de Astorga se encargó de construir nuevas imágenes de la Virgen del Buen Fin y las Marías, que todavía se conservan.

Durante la ocupación francesa, la hermandad se trasladó temporalmente a la Parroquia de San Marcos, pero regresó a su capilla en San Basilio después de la expulsión de los franceses en 1814. Más tarde, debido a desacuerdos con los basilios, se trasladaron a la Iglesia de San Francisco Paula, donde adquirieron una capilla propia. En 1833, la corporación procesionó nuevamente, utilizando el Crucificado de la Buena Muerte, obra de Juan de Mesa, cedido por los jesuitas.

En 1836, tras el cierre del Convento de Pasión, la hermandad se trasladó al ex-Convento de Pasión y continuó procesionando en 1847 y 1849. Regresaron a su capilla en San Basilio en 1850, pero en 1851 se trasladaron a la Iglesia del Santo Ángel debido al cierre de su sede. En esta nueva ubicación, obtuvieron la cesión de la imagen del Cristo de los Desamparados, de Martínez Montañés, que procesionaron por primera vez en 1852.

Desde 1856 hasta 1875, la hermandad experimentó otro período de decadencia, pero volvió a procesionar en 1877 con un nuevo paso de misterio neogótico diseñado y tallado por Manuel Gutiérrez Cano. En 1895, la hermandad se recuperó definitivamente y volvió a procesionar en 1896, año en el que estrenaron una nueva efigie de Longinos y caballo, obras del escultor Emilio Pizarro.

En 1900 creó un precedente al ser la primera Hermandad que suprimió de su recorrido de vuelta el paso por Placentines y Francos, haciéndolo por la Avenida. En 1915, ante las graves desavenencias con los carmelitas del Santo Ángel, fijó su sede provisional en S. Román, de donde salió en estación de penitencia reponiendo el Crucificado adquirido en 1850, al tiempo que se estrenaron los actuales hábitos de los nazarenos. Tras la Semana Santa de ese año, la hermandad establece su sede canónica en la Iglesia de San Gregorio, en la que en el año 1929 se produce la bendición del nuevo crucificado, obra del escultor Antonio Illanes.

Este mismo imaginero labraría en el año 1931 una efigie de la Virgen de Guía. Un año más tarde y debido a problemas de conservación de esta nueva sede, tiene que trasladar sus imágenes hasta la Iglesia de San Martín, aunque hasta 1940 seguiría haciendo estación desde el templo de la calle Alfonso XII.

Anteriormente en el año 1931 volvió a sacar paso de palio en el que figuró la nueva Imagen de la Virgen de Guía que al efecto se construyó en este año, la cual se pasaría al de misterio en 1936, sacando entre este año y el de 1939 bajo palio a la del Buen Fin, aunque en el año 40 volvería a suprimirlo, retirando a la Virgen de Guía del culto.

En 1950 estrenó el actual paso de misterio saliendo completamente acabado en el 1955, y en el 1967 obtuvo la cesión de la Iglesia de S. Martín. En el 1971 el escultor Illanes labra nueva efigie de Nuestra Señora de Guía que sustituyó a la anterior de este mismo artista, la cual figura desde 1973 en el paso de misterio, por estrenarse en este año un nuevo paso de palio para María Santísima del Buen Fin.

En 1981 la hermandad de penitencia de la Sagrada Lanzada se fusiona con la Hermandad Sacramental de S. Martín y con la de gloria de la Esperanza “Divina Enfermera”. En 1995‑96 celebró brillantes actos con motivo de su IV Centenario fundacional. Entre los años 2009 y 2010 se celebraron actos con motivo de los 200 años de la hechura de María Santísima del Buen Fín, que culminaron con la salida extraordinaria de la imagen en su paso de palio.