En el transcurso de los siglos XVI al XVIII, la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús experimentó una evolución notable, marcada por una serie de hitos significativos que reflejan su arraigo en la comunidad y su compromiso con la fe y la caridad.

En el año 1500, en la próspera y multicultural ciudad de Sevilla, la hermandad se fundó en la collación de San Vicente, cerca del barrio de los Humeros. Durante este período inicial, el énfasis estaba en la devoción pasionista de las Angustias de la Virgen al Pie de la Cruz.

A lo largo de los años, la hermandad obtuvo reconocimiento oficial y se establecieron sus primeras reglas en 1541, bajo el arzobispado de Fray García de Loaisa. Este hito marcó un paso importante en la organización y estructuración de la hermandad.

En 1567, la hermandad recibió la Carta Patente de Confraternidad de la Orden Carmelitana, consolidando su conexión con la Iglesia y la comunidad religiosa más amplia.

Durante el siglo XVI, la hermandad experimentó varios cambios de sede, desde la Iglesia de San Vicente Mártir hasta el Hospital de la Santa Cruz de Jerusalén, lo que refleja su crecimiento y expansión.

En 1582, se destacó la creación de las imágenes del Dulce Nombre de Jesús y del Cristo Resucitado por el escultor Jerónimo Hernández de la Estrada, contribuyendo así a la riqueza artística de la hermandad.

El siglo XVII fue testigo de importantes ampliaciones en la capilla de la hermandad, así como de la consolidación de su papel en la comunidad, como lo demuestra la confianza otorgada por el Cabildo eclesiástico para el Patronato y Administración de los Niños Expósitos en 1590.

A medida que la hermandad se acercaba al siglo XVIII, su influencia se extendía incluso a figuras prominentes como el Alcalde Mayor de la Ciudad de Cartagena de Indias y el Obispo de Cádiz, quienes ingresaron como hermanos en 1788 y 1791 respectivamente.

A lo largo de estos tres siglos, la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús demostró su capacidad para adaptarse y crecer, manteniendo siempre su compromiso con la fe, la caridad y la comunidad en Sevilla y más allá.

Durante los primeros años del siglo XIX, la Hermandad de la Quinta Angustia atravesó una serie de desafíos y cambios significativos, que reflejaron su adaptación a los eventos históricos y sociales de la época.

En 1806, la hermandad presenció la creación de un nuevo paso y la designación de D. Cayetano Morato como Protector de la Hermandad, destacando así su continua evolución y compromiso con la devoción.

La invasión francesa en 1810 supuso un gran desafío para la hermandad, que se vio obligada a cerrar el Convento del Carmen y trasladarse a la cercana Parroquia de San Vicente, demostrando su capacidad de adaptación en tiempos difíciles.

En los años siguientes, la hermandad experimentó una serie de cambios de sede, desde la Parroquia de la Magdalena hasta la Iglesia de San Buenaventura, enfrentándose a nuevos desafíos y cambios en su estructura y organización.

En 1851, la hermandad tomó una decisión trascendental al unirse con la del Dulce Nombre de Jesús, marcando así una nueva etapa en su historia y reforzando su posición dentro de la comunidad religiosa de Sevilla.

Durante las décadas siguientes, la hermandad continuó celebrando festividades y eventos importantes, como la Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción en 1855 y la concesión del Título de Pontificia por el Papa en 1857, destacando su importancia y relevancia en la comunidad.

En resumen, a lo largo del siglo XIX, la Hermandad de la Quinta Angustia enfrentó una serie de desafíos y cambios, pero demostró su capacidad de adaptación y su compromiso continuo con la fe y la devoción en Sevilla.

Durante el siglo XX, la Hermandad de la Quinta Angustia continuó su trayectoria de devoción y compromiso, enfrentando nuevos desafíos y celebrando hitos importantes en su historia.

En 1900, la hermandad adaptó definitivamente su escudo y presentó el proyecto de un nuevo paso, marcando así el comienzo de una nueva era en su patrimonio artístico. Sin embargo, este año también fue marcado por la pérdida del Conde de Casa Galindo y Marqués de Cubas, un gran benefactor y devoto de la hermandad, quien fue honrado con solemnes funerales.

En 1904, la hermandad estrenó un nuevo paso para su misterio, que fue ejecutado en los talleres de la Fundición Masriera y Campins de Barcelona, destacando el compromiso continuo de la hermandad con la excelencia artística y la devoción.

A lo largo de las décadas siguientes, la hermandad continuó celebrando eventos importantes y realizando mejoras en su sede y patrimonio. En 1910, se decidió unirse a la Hermandad del Calvario como muestra de agradecimiento por la ayuda recibida.

En 1919, se completaron las obras de la capilla, destacando las bóvedas y las pinturas arquitectónicas del siglo XV, lo que marcó un hito importante en la historia arquitectónica de la hermandad.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la hermandad continuó creciendo y fortaleciéndose, recibiendo importantes reconocimientos y honores. En 1940, el Conde de Barcelona fue nombrado Hermano Mayor Honorario, destacando la importancia de la hermandad dentro de la sociedad.

En 1957, la hermandad volvió a salir en procesión con la imagen del Dulce Nombre de Jesús, reafirmando su compromiso con la devoción y la tradición.

En los últimos años del siglo XX, la hermandad continuó celebrando eventos significativos y recibiendo honores importantes, demostrando su importancia continua dentro de la comunidad religiosa de Sevilla y más allá.

Durante los primeros años del siglo XXI, la Hermandad de la Quinta Angustia continuó celebrando hitos significativos en su historia, así como llevando a cabo importantes proyectos de restauración y mejora de su patrimonio.

En el año 2000, la hermandad recibió como Hermano Mayor Honorario a S.M. el Rey Juan Carlos de Borbón y Borbón, un honor que destacó la importancia y el prestigio de la hermandad a nivel nacional. Además, se conmemoró el V Centenario fundacional de la hermandad con un Quinario extraordinario que contó con la participación de destacados sacerdotes hermanos.

En los años siguientes, la hermandad continuó fortaleciendo sus lazos con otras instituciones religiosas y recibiendo importantes reconocimientos. En 2003, la Reina Fabiola de Bélgica fue nombrada Hermana Honoraria, y en 2004, el Misterio de la hermandad participó en el Magno Cortejo del Santo Entierro, destacando su presencia en los eventos más importantes de la Semana Santa sevillana.

Entre 2005 y 2009, se llevó a cabo un importante proyecto de restauración de las cúpulas mudéjares de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús, dirigido por el Restaurador de Bienes Culturales Juan Abad Gutiérrez. Esta restauración fue un testimonio del compromiso de la hermandad con la preservación de su patrimonio arquitectónico.

En los años siguientes, se continuaron realizando obras de restauración y mejora en la capilla y en las imágenes de la hermandad. En 2008, la hermandad recibió una Sentencia del Tribunal Supremo que la consideraba legítima propietaria de importantes obras de arte depositadas en la hermandad desde 1919.

En 2010, la hermandad estrenó una nueva parihuela y realizó una restauración completa del paso de misterio, demostrando su compromiso con la excelencia artística y la tradición. Además, se restauró la imagen del Resucitado, que volvió a presidir el Altar Mayor Parroquial durante la semana de Pascua de Resurrección.

En los años siguientes, se continuaron realizando importantes proyectos de restauración y conservación del patrimonio de la hermandad, asegurando así su legado para las generaciones futuras.